martes, 1 de septiembre de 2009

LA MEDALLA DE MIGUEL

Comencé a trabajar hace 18 años y mi primer cargo fue en la escuela Uladislao Frías de la ciudad de Concepción. Era un reemplazo y entre los grados que tenía estaban los, por esos años, 7º grados.
En una de esas divisiones estaba Miguel, (el nombre es ficticio por que no recuerdo como se llamaba) uno de esos niños a los que caratulamos como “alumno problema”: inquieto, no hacía la tarea, siempre llamando la atención.
A mediados de ese año Miguel dejó de asistir a clases; averiguando con los compañeros me dijeron que había tenido problemas con una maestra y que lo habían suspendido. Pasaron las semanas y Miguel volvió. Conversando con él sobre los motivos de sus ausencias a la escuela, me contó que su padre lo llevaba a trabajar en la construcción (mano de obra barata) y por eso no venia. El caso es que siguieron pasando los meses y la asistencia de Miguel se hizo irregular. Entre todos salvamos esa situación: Miguel con su asistencia cuando su “trabajo” se lo permitía y nosotros, los maestros, considerándole las faltas.
Llegó Diciembre y con él, el Acto de Egresados de los Alumnos de 7º Grado.
Recuerdo que estaba parado a un costado del patio central de la escuela mirando el desarrollo del acto en el que las maestras del grado entregaban medallas recordatorias a todos los egresados, cuando siento que me tocan el hombro por la espalda. Me doy la vuelta y me encuentro con Miguel, el “alumno problema”, quien inclinando la cabeza me dice:
- “Profesor, quiero que usted me entregue la medalla”
- “Pero Miguel, ¿no seria mejor que te entregue tu señorita? – le digo. Y agregue al percibir su silencio.
- “O tus papás”
Y Miguel, bajando aun más su cabeza, quizás escondiendo una lágrima o una pena en su alma de niño responde:
- “Ellos me dijeron que no van a venir”.
En ese momento sentí, como se dice habitualmente, “un nudo en la garganta”. Le dije que no se preocupara, que yo le daría la medalla y se fue a sentar junto a sus compañeros.
El acto siguió, le entregue su medalla de egresado, nos sacamos una foto y no lo volví a ver más.
Han pasado los años, muchos años ya, y cada vez que tengo la oportunidad de asistir a un Acto de Egresados, me acuerdo de Miguel. No alcanzo a comprender (quizás porque aún tengo mucho por aprender) porque me eligió para que le entregase la medalla y no a su Seño, que es lo habitual en estos caso y en todos los niños. Tampoco porque vino a su Acto de Egresado, aún sabiendo que sus padres le dijeron “que no van a venir”.
Me pregunto también que habrá sido de su vida. Si habrá seguido estudiando y obteniendo otras medallas de egresados o si tendrá alguna materia pendiente en la Escuela de su Vida.

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